Entrevistarealizada por Claudia Mazzeo incluída en la edición N° 4 “Música”, Revista De Acuerdo, Octubre 2016.
Hacer camino al andar
No todos los aprendices de lutería eligen formarse en escuelas o academias. Lionnel Genovart, un prestigioso lutier argentino que hace 20 años vive exclusivamente de su profesión, prefiere hablar de alquimia, en vez de química, para referirse a la preparación de los barnices que usa para sus violines.
“Las resinas son compuestos orgánicos, productos de los árboles. Dos resinas de la misma marca, compradas en diferentes lugares, se comportan de manera diferente. Me gusta darle espacio a la sorpresa, y escapo a la fórmula de 5 g de esto más 5 g de aquello”, confiesa.
A su atelier llegan pedidos de instrumentos de diferentes países de América Latina y Europa. Para construir un violín invierte 160 horas de su tiempo (“Si no cronometro el tiempo que me demanda, ¿cómo calculo los costos?”) y ha realizado restauraciones de piezas antiguas que le requirieron un año de trabajo.
“La restauración me ha ayudado mucho a entender más a los instrumentos, a conocer las técnicas de los lutieres que intervinieron, sobre todo en los instrumentos más antiguos”, puntualiza.
Autodidacta y poco afecto a la formalidad de las instituciones en lo que a enseñanza de lutería se refiere, cuando empezó, decidió trazar su propio camino. Realizó el secundario en una escuela técnica de inclinación artística, la Fernando Fader. Aprendió escultura, pintura, música (violín) y pasó por la escuela de oficios Manuel Belgrano, donde fue discípulo del lutier italiano Franco Ponzo. Trabajó en distintos talleres de lutería.
“Basicamente en la lutería hoy hacemos lo mismo que en 1600-1700. Lo único que usamos de nuevo es la sierra sinfín, ya que antes se cortaba todo a mano, y disponemos de cepillos que tienen mucha mejor tecnología. El calibre también es mejor. Antes se usaba un comparado; con el calibre actual (espesímetro) podés medir en centésimas de milímetro, lo que para nuestra tarea es una exageración.Genovart destaca que la globalización puede re-sultar fantástica desde el punto de vista del fácil acceso a la información. Pero sostiene que eso es un arma de doble filo, desde el punto de vista artístico.
“Estuve el año pasado en la Trienal de Cremona, concurso más importante de lutería en el mundo, y me entristece ver cómo se están perdiendo las identidades. La búsqueda de la excelencia lleva a fabricar instrumentos sin personalidad, todos iguales”, se lamenta.
“Para hacer un instrumento único, es necesario animarse a correr riesgos”, concluye.